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Miércoles 24 de junio de 2020, por
El epigrama 19 del libro XIV de Marcial (que, como se recordará, se usaba a modo de tarjeta para presentar los regalos que se hacían a los amigos y familiares durante las Saturnales) dice así:
Alea parva nuces et non damnosa videtur;
saepe tamen pueris abstulit illa natis.
Un juego de azar insignificante y no perjudicial parecen las nueces;
sin embargo, a menudo les quitó las nalgas a los niños.
Estilísticamente hablando, este poema es una nueva muestra de la maestría discursiva del autor. El sujeto gramatical y temático del dístico, alea, recibe dos calificaciones: la primera (parva) se expresa con una construcción afirmativa mientras que la segunda (non damnosa) es negativa; de este modo, se subraya la inocuidad del juego mediante hendíade (al transmitir una misma idea con dos adjetivos con sentidos que se complementan) y mediante lítote (al afirmar mediante la negación del segundo adjetivo). Pero, además, resulta que ambos adjetivos tienen un valor polisémico que es aprovechado muy inteligentemente por Marcial. Damnosus (“dañoso”) proviene de damnum (“daño”), que es un vocablo del ámbito judicial y que hace referencia principalmente tanto a la pérdida de un bien material o moral a causa de algún acto criminal de diversa índole, como a las multas en general (cf. OLD, s. v.); sólo en segunda acepción, y mediante uso figurado, adquiere el sentido de daño o pérdida en general. Por su parte, parvus (“pequeño”, “insignificante”), si bien puede usarse para calificar a cualquier sustantivo, admite dos sentidos específicos: uno, relacionado a la edad (cf. OLD, s. v., §2) para referirse a los niños muy pequeños; el otro, vinculado al dinero (cf. OLD, s. v., §4) para referirse a sumas pequeñas o a objetos de poco precio o valor. De este modo, las nueces son un alea parva porque, en sí, son un juego muy simple; pero también porque sus principales practicantes son los niños. Asimismo, son un alea non damnosa no solamente debido a su inocuidad como juego, sino también porque las nueces no cuestan muy caro. Esta polisemia se retoma y se subraya en el verso siguiente, donde aparecen pueris y abstulit, verbo este último que significa “quitar” pero especialmente «robar» (cf. OLD, s. v.), lo cual implica que lo sustraído (en este caso, las nalgas de los niños) tiene un valor significativo. Por último, los dos elementos centrales de la situación, las nueces y los niños, están ubicados en posición central, inmediatamente antes de la cesura pentemímera en ambos versos.
Sin embargo, quedan aún dos preguntas sin respuesta. La primera: ¿de qué juego se trataba? Su nombre, nuces, resulta sin lugar a dudas una metonimia instrumental, dado que las nueces no serían el juego en sí, sino el instrumento con el cual se llevaba a cabo la actividad lúdica. La segunda está fuertemente vinculada con el ἀπροσδόκητον del epigrama: ¿por qué las aparentemente inocuas nueces, personificación mediante, les arrebatarían a los niños que las usaban para jugar precisamente esa (y no otra) parte de su pequeña anatomía? De hecho, ya en 1661 Gronovius se mostraba escandalizado por este ἀπροσδόκητον, al escribir ad locum en sus Animadversiones in Martialis loca: «Videtur potius aliquid turpe ac nefandum significari» (Parece más bien significar algo vergonzoso y abominable).
Abordemos ahora la primera de nuestras dos preguntas. En su excelente e injustamente olvidado trabajo sobre el juego en Grecia y Roma, Becq des Fouquières (1869: 112) observa: «Le plus simple de tous les jeux d’adresse est celui qui consiste à lancer des pierres contre un but quelconque. Ce fut toujours un des exercices favoris des garçons: tout leur sert de but, de tout ils font un projectile» (El más simple de todos los juegos de destreza es el de tirar piedras contra cualquier objetivo. Siempre ha sido uno de los ejercicios favoritos de los niños: todo les sirve de meta, de todo se sirven para hacer un proyectil). Pero en Roma, los niños tenían una gran predilección por utilizar nueces como proyectiles, a modo de piedras (Becq de Fouquières 1869: 116-117); como prueba de tal afirmación, el estudioso francés cita un esclarecedor pasaje del poema pseudo-ovidiano El nogal.
En esta elegía, un nogal plantado a la vera de un camino describe y se queja de los maltratos que recibe por parte de los viandantes, que lo lastiman de múltiples formas al despojarlo de sus frutos, los cuales son constantemente codiciados por estas personas. En los versos 73-86, el ego poético nos detalla cuál es el interés que pueden tener los niños por sus nueces; y tal interés es, simplemente, emplearlas como fichas para nada menos que cinco (o seis) juegos distintos, a los cuales no menciona por su nombre sino por la descripción de su reglamento:
Has puer aut certo rectas dilaminat ictu
aut pronas digito bisve semelve petit.
Quattuor in nucibus, non amplius, alea tota est, 75
cum sibi suppositis additur una tribus.
Per tabulae clivum labi iubet alter et optat,
tangat ut e multis quaelibet una suam.
Est etiam, par sit numerus qui dicat an impar,
ut divinatas auferat augur opes. 80
Fit quoque de creta, qualem caeleste figuram
sidus et in Graecis littera quarta gerit:
haec ubi distincta est gradibus, quae constitit intus
quot tetigit virgas, tot capit ipsa nuces.
Vas quoque saepe cavum spatio distante locatur, 85
in quod missa levi nux cadat una manu.
A éstas [las nueces], un niño, cuando están derechas, divide en dos con un golpe certero
o, cuando están inclinadas, ataca o una o dos veces con un dedo.
En cuatro nueces, no más, está todo el juego/azar
cuando una es agregada a las tres debajo de ella.
Otro les ordena deslizarse por el declive del tablero y ruega
que una cualquiera de entre muchas toque la suya.
También hay quien proclame si el número [de ellas] es par o impar,
para que el augur se lleve las riquezas adivinadas.
También se hace con tiza una figura como la de la constelación celeste
o la que lleva la cuarta letra en griego:
cuando ésta ya fue dividida en escalones, la nuez que se detenga dentro
captura tantas nueces como franjas haya tocado.
También se pone a menudo, a distancia, una vasija cóncava
dentro de la cual caiga una nuez enviada por leve mano.
No existe acuerdo entre los comentaristas acerca de a qué juego se refiere el texto en los versos 73-78. Para Mozley (1979: 240n1), se trataría de 3 juegos diferentes: en los versos 73-74 y 77-78, se hablaría de dos juegos cuyo reglamento o propósito nos resulta enteramente oscuro; en cambio, en los versos 75-76, el poema estaría refiriéndose al juego de intentar construir un castillo o pirámide con cuatro nueces, poniendo la última encima de otras tres, sin que la construcción se cayera. Para Becq des Fouquières (1869: 121-122), los versos 73-76 se refieren a dos variantes de un mismo juego, que consistiría en dispersar un grupo de nueces ya sea haciéndolas girar como trompos (vv. 73-74) o desplazándolas a través de un tablero triangular (vv. 75-76).
El juego mencionado en los vv. 79-80, en cambio, resulta muy transparente: consiste en adivinar si la cantidad de nueces que permanece oculta en una mano o en un recipiente es par o impar, con la consiguiente ganancia de dichas nueces por parte de quien adivinara. Horacio, en Sátiras, II 3, 248, nos menciona este mismo juego como un entretenimiento pueril impropio a un adulto.
Los versos 81-84 describen el juego de la delta (Becq des Fouquières 1869: 119-121). Este entretenimiento consistía en dibujar en el suelo un triángulo (la letra delta Δ), y subdividirlo en distintos escalones o peldaños; a continuación, se arrojaba una nuez, haciéndola rodar por el suelo. Dicho lanzamiento le hacía ganar al jugador tantas nueces como escalones hubiese atravesado su nuez antes de detenerse.
Para aclarar la mecánica del juego, tomemos en consideración la siguiente figura:
Si el jugador arroja una nuez y ésta se detiene en el cuarto peldaño luego de atravesar completamente los 3 anteriores, ganará 4 nueces.
Mozley (1979: 240-1n2) cree, por su parte, que la idea sería tocar ciertas nueces con una vara. La discrepancia entre ambos especialistas se fundamenta seguramente en la polisemia de virga, que significa, por supuesto, «vara de madera», pero también «línea transversal, franja» (cf. OLD, s. v., §2 y §5).
Por último, el juego mencionado en los vv. 85-86 es el de la orca (Becq des Fouquières 1869: 117). La orca, que toma su nombre del griego ὐρχή, era una vasija de barro (generalmente empleada para conservar escabeches, salmueras, frutas y vino) chata, panzuda y con la boca estrecha (Forcellini, s. v. orca; LSJ, s. v. ὐρχή). Como puede verse, el juego consistía en arrojar a distancia una nuez con el objetivo de que entrara en el interior de la orca a través de su estrecha boca. En su tercera sátira, Persio nos relata que, en su niñez, prefería el juego al estudio; en el v. 50, nos dice que uno de sus mayores intereses era «angustae collo non fallier orcae» (no fallarle al cuello de la angosta orca).
En virtud de este recorrido, y teniendo en cuenta que el testimonio del Nogal pseudo-ovidiano no agota la totalidad de los juegos con piedras que existían en la Antigüedad clásica, la respuesta a nuestra primera pregunta es que no se puede determinar a ciencia cierta cuál es el juego al que Marcial hace referencia en el epigrama XIV 19. Tampoco se puede determinar si se trataba de un juego específicamente de fuerza o destreza física, ya que tenemos juegos con nueces que consisten, simplemente, en adivinar una cantidad determinada de estos frutos que permanece oculta. Pero sí podemos concluir a ciencia cierta que ese juego es intrínseco y exclusivo de la niñez, dado que ése es el único dato en el que coinciden todos los testimonios; por ende, se debe descartar la posibilidad de que los pueri que menciona Marcial sean esclavos en vez de niños.
En cuanto a nuestra segunda pregunta, creo que podemos prescindir con idéntica seguridad de la indignación de Gronovius: el ἀπροσδόκητον no tiene significados vergonzosos y abominables. En el primerísimo comentario exegético a la obra de Marcial, escrito por Domizio Calderini en 1474, se lee ad locum esta aclaración : «Nuces permittibantur pueris in Saturnalibus. Si praeterea ludebant, vapulabant a magistro» (Las nueces les estaban permitidas a los niños en las saturnales. Si jugaban después [de esa fecha], eran azotados por el maestro). Calderini se apoya para esta lectura en el epigrama V. 84 de Marcial, cuya temática es el triste regreso a las obligaciones cotidianas después del festejo de las saturnales, y cuyos dos primeros versos, que Calderini cita, dicen así:
Iam tristis nucibus puer relictis
clamoso revocatur a magistro…
Ya el niño triste por haber dejado las nueces
es llamado por el clamoroso maestro...
O sea, los niños acaban con sus nalgas azotadas porque estaban jugando a las nueces en vez de estar estudiando. Es posible que el testimonio de Persio (III 50) haya ejercido alguna influencia adicional en esa interpretación. De todos modos, tanto Ker (1920: II, 447n6) como Fernández Valverde (2001: II, 362n19), en sus respectivas ediciones para la Loeb Classical Library y para Gredos, coinciden con Calderini en su lectura y le dan continuidad.
Con esto, se pone más de manifiesto aún la maestría discursiva de Marcial. Efectivamente, se les ha robado a los niños una propiedad valiosa para ellos (sus nalgas), y eso es, desde la perspectiva de los niños, un damnum que consiste, al mismo tiempo, en una pérdida y en una multa (el castigo), que se les aplicó por una falta moral (el haberse portado mal al descuidar el estudio en pos del juego). Aquí es donde aparece, al fin, el verdadero sentido y mensaje del epigrama XIV 19 de Marcial: aunque se trate de un juego pueril e inocente como los de las nueces, el juego de azar no puede escapar a su naturaleza; y así, su abuso conduce inexorablemente a la pérdida de todo bien (material, en el caso de los adultos; las nalgas, en el caso de los niños).
Prof. Lic. Ezequiel Ferriol
Instituto de Filología Clásica
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad de Buenos Aires
idusaprilis@gmail.com
Bibliografía
• BECQ DE FOUQUIERES, Louis, Les jeux des anciens, Paris, C. Reinwald, 1869.
• DE PENSIS, Christophorus (ed.), Martialis cum duobus commentis, Venecia, 1498.
• FERNÁNDEZ VALVERDE, Juan (ed.), Marcial. Epigramas, Madrid, Gredos, 2001.
• KER, Walter (ed.), Martial. Epigrams, Loeb Classical Library, 1920.
• MOZLEY, John H.; GOOLD, George P. (eds.), Ovid in six volumes, Loeb Classical Library, 1979.
• SCHREVEL, Cornelius (ed.), M. Valerii Martialis Epigrammata cum notis Farnabii et variorum, Lugdunum, 1670.
• SHACKLETON BAILEY, David R. (ed.), M. Valerii Martialis Epigrammata, Sttutgart, Teubner, 1990.